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domingo, 6 de marzo de 2011

Mirto, Arrayán, Myrtus communis

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Este bello arbolito mediterráneo representa la pureza en el antiguo lenguaje de las flores, por eso era común su utilización en los ramos de las novias del sur de Europa. Los antiguos griegos lo usaban para coronar a los deportistas que vencían en los juegos,  creían que el árbol era la representación de una  muchacha llamada Myrsine asesinada por un joven al que había vencido en los juegos gimnásticos (violencia machista diríamos hoy) y a la que Palas convirtió en vegetal. Sus frutos son comestibles y medicinales, de ellos se obtenía una especie de vino y de sus hojas y flores se destilaba un agua de la belleza que recibía el nombre de Agua Angélica.
Todavía es especie relativamente frecuente en los bosques de la Cuenca del Mediterráneo donde se propaga gracias a los pájaros que comen sus bayas ovoides, normalmente de color azul negruzco pero a veces blancas en la variedad leucocarpa . El nombre de Arrayán, es de origen árabe y significa “aromático” haciendo alusión al aceite aromático de sus hojas y frutos, el mirtol. En Sudamérica se llama Arrayán a varios árboles que son sus parientes en el Nuevo Mundo y que pertenecen al género Luma, todos son de la familia del Mirto, las Myrtaceae y se le parecen bastante.
Este arbolito es muy adecuado para cultivar en balcón y terraza y es una pena que no se haga con más frecuencia ya que es realmente bonito, además en los días de calor podemos percibir  su aroma a distancia. Conserva sus hojas opuestas y coriáceas durante todo el año y florece de finales de primavera al verano con muchas flores perfumadas de cinco pétalos blancos con un mechón de estambres en el centro, que van seguidas por las bayas que maduran en otoño. Duran unos tres meses más o menos si los pájaros (o nosotros) no las comen antes. La madera es color rojizo, muy dura y se usa para tallas al torno.
Para cultivarla fuera de la plena tierra será necesario un recipiente de unos 50/60 cm de diámetro, para que se pueda desarrollar bien, pero como se puede podar e incluso darle forma como si se tratase de un seto, se puede mantener en el tamaño que deseemos. Esta operación la debemos llevar a cabo a finales del invierno u, ocasionalmente, tras la floración.  Plantado en un jardín y si no lo podamos podría alcanzar los 4 metros de altura.  La mejor exposición es al sol o en climas muy cálidos, a media sombra. Al tratarse de un árbol mediterráneo, no resistirá los fríos extremos ni las fuertes heladas sin una adecuada protección en invierno; en maceta podemos retirarlo a una galería bien iluminada y fresca, sin calefacción. En la Península Ibérica, puede vivir sin problemas en todas las zonas costeras y por supuesto en las Islas Baleares, Canarias, Azores y Madeira. En la zona interior continental , necesitará el resguardo de un muro que lo proteja de los vientos fríos y  protección  adicional donde la temperatura baje de los cero grados y haya heladas. Donde yo lo tengo, zona costera de Asturias, no ha necesitado ninguna especial más allá de estar situado contra una pared orientada al oeste.
El mejor sustrato para plantarlos es una mezcla de tierra de jardín arenosa y tierra de hojas (mantillo), pero lo que es absolutamente esencial es que tenga un buen drenaje y que controlemos  la cantidad de agua que recibe, por ejemplo en primavera y otoño no necesita mucha agua, si no llueve  habrá que regarlo cada 5 o 6 días como mucho, en cambio en el verano lo regaremos cada 3 o 4 días, calculando que necesitarán más agua los ejemplares más grandes y menos los más pequeños. En los riegos primaverales podemos disolver algún fertilizante mineral completo que aplicaremos una vez al mes. En otoño añadiremos a la maceta un puñado de fertilizante orgánico en polvo. En cuanto a plagas, hay que vigilar el follaje en busca de cochinillas y actuar rápidamente si las detectamos.
Para reproducirlo, el acodo o el esqueje semileñoso en abril son las mejores opciones.
marzo 2011 y botanico 015